lunes, 11 de marzo de 2013

Novela "La devoción del destierro" de Jorge Ándres Acevedo

El Magdalena* 
Por: Jorge Andrés Acevedo 
@librosyletras
El Magdalena brillaba a eso de las cinco, parecía un río de oro. La finca se llamaba El Porvenir, entre Guaduas y Honda. Su dueño en ese entonces era un hombre serio, muy respetuoso, pero poco a poco se fue enrolando con los paras hasta que se convirtió en uno de ellos. Su finca se volvió una fosa común donde enterraron a decenas. Se volvió un perro, el viejo, y su finca se convirtió en un cementerio de perros. Tenía nueve años, la selección Colombia ya había fracasado en el mundial de EUA y aun se sentía el luto por el asesinato de Andrés Escobar. Colombia estaba vestida de negro. Ese fue su color de siempre, la bandera debería ser negra. Mi padre lloró cuando mataron a Jaime Garzón, lloró tardes completas, acostado en su cama sin hacer ruido. A cada rato mataban a alguien, y el decir de la gente era: “lo pelaron”. Salía en las noticias el reporte de un asesinato todos los días. Mi padre estuvo semanas sin salir de la casa, amargado y furioso al saber de la muerte de Álvaro Gómez Hurtado. Yo iba sumando eslabones a mi cadena de muertos patriotas.

En uno de nuestros paseos a Honda me compró un ajedrez diminuto, sus fichitas tenían imanes para adherirse al tablero. Yo no lo usaba para jugar ajedrez. Ponía el rey negro en la mitad del tablero, alrededor de él algunas piezas negras, y fuera del tablero todas las demás, arrumadas y en multitud. Luego simulaba un discurso político y recreaba a mi modo la tragedia: <<“Es hora de que este país empiece a construir un futuro, es tiempo de cambiar, de darle al campesino la protección que se merece, ni un paso atrás, siempre adelante, y lo que fuere menester, que sea”. ¡Cuidado! ¡Cuidado!, están disparando, se escucha el sonido de las ráfagas: tatatátatatatatatá ¿Dónde está Galán? ¡Lo mataron! ¡Lo mataron! ¡Auxilio estoy sangrando! ¡Recojan a Galán! ¡Rápido a la clínica! ¡Por favor una ambulancia! tatatatatá ¡siguen disparando esos hijueputas! es Escobar que mandó sus perros ¡No puede ser, han matado a Luis Carlos Galán! ¡Escobar mandó sus perros! ¡Mataron a nuestro próximo presidente! >>

El juego terminaba cuando mi padre me escuchaba y entraba a la habitación para recoger las fichas y el tablero, en silencio, y estupefacto.

*Tomado de la novela La devoción del destierro.

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Escritor colombiano egresado del taller de escritores de la Universidad Central, taller de escritura creativa de la UniveEscritor colombiano egresado del taller de escritores de la Universidad Central, taller de escritura creativa de la Universidad de Los Andes y el taller de creación del Gimnasio Moderno. Estudia literatura en la Universidad de Los Andes. Actualmente trabaja en la edición de 3 libros: la devoción del destierro (novela); Al otro lado del silencio (cuento); y Mis lugares comunes (poesía).rsidad de Los Andes y el taller de creación del Gimnasio Moderno. Estudia literatura en la Universidad de Los Andes. Actualmente trabaja en la edición de 3 libros: la devoción del destierro (novela); Al otro lado del silencio (cuento); y Mis lugares comunes (poesía).
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Blog de Jorge Ándres Acevedo.
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http://acevedo-celis.blogspot.com/

1 comentario:

Jorge Bonil Reyes dijo...

En algunos diálogos con grupos de desplazados en sitios rurales de recepción (asentamientos rurales), en las historias de vida desarrolladas por ellos mismos, encontré elementos muy similares a los referidos en este artículo. No es asunto de ficción o simple imaginación del autor, son elementos de nuestras realidades concretas. Algunas de estas personas adultas desplazadas afirman que lo importante para ellos es mantenerse con vida, así que cualquier lugar de llegada es bueno para ellas. Las esperanzas de estos colombianos se mantienen y desde la profundidad de sus corazones se manifiestan tanto las tristezas como los anhelos de una vida más amable, con oportunidades de desarrollo humano, sin más desplazamientos, sin hostigamientos sociales, sin rotulaciones.