lunes, 6 de agosto de 2012

Honda o la memoria que se ahoga por Carlos Herrnández Periódico La Patria

 CARLOS HERNÁNDEZ
LA PATRIA | HONDA (TOLIMA)
En verano el Gualí es un río manso. Es bajo, y en su paso por Honda las aguas corren en medio de islotes de arena y piedras sobre las que se posan las garzas. Así se ve unos 400 metros antes de desembocar tranquilamente en el Magdalena. Pero cuando llegan las lluvias se termina ese sosiego, y el Gualí se crece enfurecido y arrasa mientras ruge, como el 6 de noviembre del 2010.  Ese día subió 10 metros y desestabilizó casas, parques y cafés, se llevó cultivos de plátano, mandarina, naranja y yuca, pero sobre todo puso a temblar la historia del municipio, descubierto en 1539.
Al puente López, capaz de soportar 20 toneladas, le remeció los estribos y le dejó lo que pareciera el mordisco de un gigante, un boquete inexplicable que ha obligado a mantener interrumpido hasta hoy el tránsito vehicular. Ahí se comienza a notar el golpe a la historia. El nombre de la estructura es una forma de recordar a Pedro Aquilino López, padre del expresidente Alfonso López Pumarejo, nacido en Honda. Además, que esto ocurra en la llamada Ciudad de los puentes no deja de ser una paradoja, a pesar de que históricamente han sufrido por los arrebatos del Gualí.
“Prometieron que esto lo terminaban en agosto”, se queja Luis Alberto Aguirre, plomero y bombero a quien en el pueblo identifican por su apellido. Parado en el puente protesta porque “no ha habido autoridad competente para esto”. Apenas vio a los reporteros salió de la nada y comenzó a guiarlos.
Es un hombre añoso y menudo, pero intrépido. Para enseñar los daños de la estructura se aferra a la baranda y saca medio cuerpo, como si quisiera lanzarse al agua: “mire, mire”, y señala el deterioro de los estribos. Se va al lado del mordisco y vuelve a señalar por debajo: “¿sí ve esos cables de teléfono? Eso es lo que sostiene al puente, porque lo atraviesan. De lo contrario ya se habría caído”.
La socavación del río en ese extremo indica que una nueva creciente de grandes proporciones cogería rumbo hacia la Calle del Palomar, sinónimo del apogeo comercial desde la Colonia. Allí hay entre informales ventas de ropa y locales de calzado, y termina en la Biblioteca del Banco de la República. Édgar Giraldo, amigo de Aguirre, sentado en una silla del hotel que allí administra teme que ni siquiera sea necesario esperar el retorno de las lluvias. “El río nace en el Nevado del Ruiz, así que si hay un deshielo se crece y esto se va”. En una libreta mantiene anotados el número celular del contratista de las obras, iniciadas en el 2010, e incluso el número del convenio, como una forma de mantener enterado de los avances. Su preocupación lo impulsó a enviarle un derecho de petición al Invías en junio pasado, pero hasta hace dos semanas no le habían respondido. Los trabajos están detenidos. “No se explica uno por qué, siendo esta situación tan grave, nada se ha terminado”.
 El archivo que se fue
La necesidad universal de darles nombre a las cosas ha encontrado en Honda una posibilidad de explotar los apellidos de quienes han sido sus personajes ilustres. Al puente López se le suman el Navarro, el Agudelo y el Luis Ignacio Andrade; el parque José León Armero; las cuestas Míster Owen y Zaldúa; las casas Paz Llano, Castro Parra y José María Samper; la botica Manuel Arturo Cerón y la avenida Soto Camero, por poner algunos ejemplos.
También se cuenta el Centro Cultural Alfonso Palacio Rudas, que data del siglo XVIII y lleva el nombre del hondano más recordado, quien fue desde diputado hasta Ministro de Hacienda y constituyente. Esa edificación colonial es la víctima patrimonial más notable del Gualí. Está a pocos metros del puente López y la fuerza de las aguas le arrancó su parte posterior: la biblioteca y la mayoría del archivo municipal, que allí estaban, se hundieron en la portentosa borrasca. Hoy, con sus pasillos y salones a la intemperie, el Centro Palacio Rudas es la fiel evidencia del peligro al que se expone el patrimonio hondano, más si se recuerda que el sitio fue iglesia de los jesuitas y hospital, uno de los primeros del país.
Esto lo sabe bien Tiberio Murcia Godoy, presidente del Centro de Historia del municipio. Es un profesor que anda de gafas y camisa por dentro del pantalón, debajo de la que usa una camisilla cuello redondo a pesar de los 27 grados de calor. No suda.
Su amor por Honda lo ha llevado a escribir libros que tienen esa virtud de contar la historia como si se tratara de un cuento. Para la muestra, “Hechos y curiosidades de personajes en la historia de Colombia y el mundo acaecidos en la Villa de Honda”, en el que narra, por supuesto, hechos determinantes para el curso de la ciudad, pero también anécdotas de poco realce que, sin embargo, refuerzan ese halo de vida centenaria que se siente en las calles hondanas. Escribe, por ejemplo, que “el Libertador Simón Bolívar bailó su último vals en la Villa de Honda”, o que “en la quebrada Seca”, que pasa por allí, “muere ahogado Roque Gutiérrez, herbolario del sabio José Celestino Mutis”, líder de la expedición botánica.
Ese nivel de detalle en su conocimiento le permite al profesor recordar que aquello que se perdió del archivo municipal era más que un tesoro para su villa. “Había correspondencia oficial de los siglos XVIII y XIX en la que se leían, por ejemplo, los nombres del expresidente Marco Fidel Suárez y del jefe guerrillero liberal Ramón Marín, el Negro Marín (nacido en Marmato y sepultado en Honda). También estaban las cédulas de extranjería de alemanes, franceses y polacos que llegaron a comienzos del siglo XX”, información crucial si se tiene en cuenta que en esa época dorada el municipio, cuya economía fue impulsada por la navegación en el río Magdalena, era centro de desarrollo en el país.
Honda llegó a contar con 10 bancos, incluidos de Canadá y Alemania, y con consulados inglés, español, francés y estadounidense. Su ubicación en el centro del país lo tuvo como candidato para ser capital de la república. “Esta población creció en el siglo XX, y en el archivo perdido había mapas y planos de esa época”, continúa el profesor. “Además, periódicos de 1887, demandas judiciales y documentos de cuando era la sede de gobierno de la República Independiente de Mariquita”. La biblioteca, perdida en su totalidad, contaba con libros, al menos, desde 1838.
 
 Un municipio a tientas
El Gualí afectó enormemente al municipio en 1985, tras la erupción del cráter Arenas del Nevado del Ruiz. Fue esa la alerta para pensar que eran necesarias obras que impidieran la afectación de los puentes y mitigaran el riesgo de patrimonios arquitectónicos como el Centro Cultural Palacio Rudas. El arquitecto Juan Carlos Molano, secretario de Planeación de Honda, recuerda que un estudio definió que se debían construir 23 presas para detener la socavación del río, algo que nunca se ha logrado. Hasta 1994 se levantaron muros que paulatinamente se deterioraron, y “hasta 1997 las autoridades trabajaron en coordinación, pero de ahí en adelante las administraciones no tuvieron claridad técnica y desde entonces ha ocurrido lo más grave”.
Ahora hay 22 puntos críticos identificados a lo largo de los casi siete kilómetros del río que pasan por Honda, y la intervención en ellos la calcula la actual administración en $188 mil millones.
¿Por qué se dejaron coger ventaja de la naturaleza, sabiendo lo que estaba en juego? El profesor Tiberio, sin dudarlo, responde: “los dirigentes han estado ahí, pero no saben la importancia de Honda, no tienen idea histórica de la ciudad”.
Su amiga Paula Andrea Tamayo, directora de la Biblioteca del Banco de la República, pone como ejemplo el protocolo notarial del municipio, lo único que se salvó en la debacle del Centro Cultural. Se trata de titulaciones, registros de ferrocarril y de navegación, entre otros papeles que permiten conocer qué familias compraban o vendían casas u otras propiedades. Tiberio advierte que una revisión de esos documentos “aclararía muchas cosas”, incluso porque allí constan hasta ventas de esclavos.
El protocolo se salvó porque días antes de la creciente un funcionario ordenó cambiarlo de salón. La Alcaldía le pidió a la directora que separara un espacio en la Biblioteca, donde hasta hoy reposan los manuscritos gracias a un convenio. Están en un salón de tres por tres metros donde el olor a polvo provoca estornudos y el amarillo y la fragilidad de los papeles, algunos de 1889, muestran que algo no anda bien. “Está altamente contaminado y tiene folios descuadernados amarrados con piolas, como si se tratara de expedientes de juzgado”, se queja Tamayo.
El deterioro se debe a que nunca lo han sabido manipular. Ella cuenta que, a lo largo de su historia y antes de llegar al Centro Cultural, el protocolo lo sacaron de la notaría para llevarlo a la sede de una fundación, y luego fue a parar a una casa. Expertos del Banco de la República ya concluyeron que hay documentos insalvables, por lo que es necesario hacer un diagnóstico para definir qué sirve y qué se debe desechar.
No es claro por cuánto tiempo estará bajo la custodia de la Biblioteca, a pesar de que el convenio inicialmente fue firmado por un año. La Alcaldía, explica la directora, se debe encargar del tratamiento, algo que parece difícil debido a las condiciones económicas del municipio, que desde hace un año y medio está acogido en la Ley 550 o Ley de Quiebras.
El colmo de las limitaciones para la administración comenzó a finales del año pasado, cuando elInvías, que sirvió como intermediario para aportar $1.400 millones de regalías para algunas obras, entre las que están las del puente López, anunció que no giraría una suma igual con la que se había comprometido. El secretario de Planeación informa que la causa fue una aparente demora de la administración anterior para entregar unos documentos, y que hasta ahora les siguen negando el dinero. Por eso los trabajos están detenidos (ver más abajo Desde el Invías).
Así se pierden las esperanzas a corto plazo para recuperar el Centro Cultural, toda vez que, de acuerdo con la jefe de la Oficina de Cultura y Turismo del municipio, Paola Reyes, el Ministerio de Cultura condicionó su apoyo hasta que el terreno sobre el que se encuentra la edificación vuelva a ser estable. A la biblioteca le quieren buscar una sede nueva, aunque primero la administración debe hacer un inventario de sus propiedades. “Llegamos a un punto en el que no se sabe cuántos bienes tiene el municipio”, admite la funcionaria.
También tendrá que lidiar con el descuido de los mismos ciudadanos, pues admite que algunos, dueños de casas tradicionales pero faltos de consciencia sobre aquello que poseen y habitan, “las dejan caer y las terminan vendiendo muy baratas a extranjeros que montan negocios”.

Posibilidades
El profesor Tiberio, crítico como es de la dirigencia de su pueblo debido a la desidia que ha demostrado hacia el patrimonio, le saca en cara que “el pasado de Honda es el que lo impulsa a su futuro, porque no solo se trata de la historia de este municipio, sino de la región y del país”.
Para ello recuerda que el próximo 18 de agosto el presidente Juan Manuel Santos los visitará para sancionar la Ley Alfonso Palacio Rudas, que contempla, entre otros, un plan de $45 mil millones para conservar y restaurar la arquitectura del centro histórico, declarado bien de interés cultural nacional.
La jefe de Cultura y Turismo quiere aprovechar más la inclusión de Honda en la Red de Pueblos Patrimonio, de la que ya han recibido recursos para invertir en el puente Navarro y están en camino otros para señalización turística. Agrega que tiene un proyecto de arreglo de fachadas.
La gente, sin embargo, sigue inquieta y ha comenzado a actuar por su cuenta. Édgar, el administrador del hotel en la calle del Palomar, anuncia que viajará a Bogotá a que le respondan su derecho de petición. Aguirre, el plomero intrépido, advierte que él y sus paisanos piensan adelantar un paro cívico. Llevan mucho tiempo escuchando las excusas oficiales, y simplemente no entienden que los encargados desaprovechen estos días de verano para avanzar con los trabajos, cuando el Gualí es un río manso.
Desde el Invías
Carlos Fernando Méndez, director del Invías en Tolima, opinó que “es lamentable y da mucho pesar perder este tiempo para trabajar en el puente debido a una gestión tardía de la administración pasada”, pero que hay un lío jurídico que es necesario resolver para que los $1.400 millones que faltan se le puedan girar al municipio. Aclaró que es dinero de regalías. “Buscamos la viabilidad jurídica y financiera para reembolsarlos. Hay varias opciones: hacer una aclaración al convenio, tratar de que el Departamento Nacional de Planeación nos reponga esos $1.400 millones, o liquidar el convenio y hacer uno nuevo ligándolo al anterior”. La definición se daría a finales de agosto y, en caso de que se reanuden las obras, tardarían tres meses.
Se quejan
Héctor Muñoz, desempleado
¿Quién se atreve a venir al municipio con esto como está?
Donaldo Novoa, comerciante
Hay que vivir con el riesgo, como en Japón. Por las obras cerraron una calle y las ventas han disminuido un 50 por ciento.
Fernando Parra, de una revueltería
Desde el año antepasado mucha gente no viene como antes.
Arcadio Reyes, comerciante
Con los trabajos quedamos muy encerrados. Han rebajado las ventas porque ya por aquí no pasan carros.
Héctor Devia, asesor de un hotel
Aquí lo que hay es una desidia estatal. No han cumplido siquiera con una acción popular que ordenó hacer obras desde el 2005.
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